
La directiva pone en sus manos un equipo con necesidad de títulos. Guardiola tiene claro que no quiere estrellas en la plantilla, sino jugadores trabajadores, ilusionados, luchadores y comprometidos con el club. La buena temporada con el filial azulgrana, su carácter en el banquillo y su pasión por los colores han convencido a Laporta y compañía para darle la gran responsabilidad de dirigir al Barça.

Dialogante pero con una personalidad fuerte, fiel siempre a sus principios, culé hasta la médula, ilusionado, trabajador y disciplinado, Pep tiene en sus manos lo que siempre soñó tener. Es su momento, es su oportunidad de demostrar que puede, que sabe y que quiere, por encima de todo, triunfar en el banquillo culé. Sabe que no lo tendrá fácil, a la afición ya se le ha acabado la paciencia y no soportaría otro año en blanco. Con 37 años se atreve con un reto realmente complicado y eso hay que saber valorarlo. Quizá es demasiado pronto, quizá es el momento adecuado. Muchos otros hubieran declinado la oferta por el miedo al fracaso. Pero él no. Pep lo afronta con todas las consecuencias y es una gran demostración de valentía y compromiso con su club. Está en su casa y, como en casa, en ningún sitio.

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